València, 15 de mayo de 2019.- Las instalaciones de la Autoridad Portuaria de Valencia (APV) se convirtieron el martes 14 de mayo en el escenario de un simulacro de atentado terrorista, organizado por la Armada Española, y en el que cooperaron fuerzas de seguridad, como la Policía Nacional, Local, Portuaria y la Guardia Civil. Estuvimos al lado de los protagonistas: de los GEOs, de los infantes de Marina y nos acercamos todo lo que pudimos a los TEDAX. El simulacro sirvió para constatar lo necesaria que es la colaboración de los diferentes cuerpos de seguridad, lo arriesgado de las operaciones que se pueden plantear y la comprensión ciudadana que hay que incorporar cuando nuestros policías y Guardias Civiles, nos dicen “no pasar”. Si lo hacen es porque algo muy serio se llevan entre manos.

Es un día soleado en Valencia y en la zona donde se espera realizar la ampliación del Puerto. Estamos en el Muelle de Cruceros 1, donde atracó el famoso Aquarius. Hoy ocupa su lugar un Buque de Acción Marítima (BAM), perteneciente a la Armada Española. Está donde también atracan los grandes cruceros. Los muelles del puerto de Valencia están preparados para acoger cualquier tipo de embarcación, sea cual sea su tamaño; su eslora.

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Hoy – decíamos – está el Tornado. Es el nombre del navío militar de la Armada Española. Tiene unas dimensiones intermedias: 94 metros de eslora, 14,3 metros de manga. Tornado está preparado para acoger una unidad aérea; en este caso, un helicóptero. Y la máxima velocidad que puede llegar a alcanzar es de 22 nudos, una característica que no comprobaremos hasta que nos adentremos en las aguas valencianas.

Un portalón de más de 10 metros longitud diferencia estar en tierra con el buque español. Varias personas civiles – periodistas – subimos al navío y varias personas de la tripulación, la mayoría de ellos uniformados con un traje de chaqueta y pantalón azul oscuro, no dudan en acercarse a presentarse y saludar a los nuevos viajeros. Fernando Gamboa, un joven andaluz de 23 años, realiza sus prácticas en este buque. Gamboa ha estudiado Ingeniería Mecánica en la Escuela Naval, situada en Vigo; a la vez que realizaba los estudios militares.

En pocos minutos, nos encontramos hablando amistosamente con Javier Chocano, primer comandante y a continuación con José María Moreno, el segundo de a bordo, que se encarga de explicar los conocimientos mínimos para desenvolvernos por el barco el tiempo que vamos a estar y de presentarnos al alférez Antonio González-Llanos, quien nos acompañará todo el tiempo.

Solo faltan diez minutos para zarpar mar adentro y González-Llanos nos invita a adentrarnos por el que es su hogar desde hace un mes. A la vez, suena por todos los altavoces del buque, una voz que indica el arranque del motor, y en pocos minutos, los más inusuales, notamos el balanceo del buque, a pesar de que la mar está calmada. El altavoz nos acompañará durante la travesía, indicándonos señales, momentos o instrucciones especiales o por las que hay que mantenerse alerta.

Los tripulantes visitantes, ataviados con un chaleco amarillo, se desenvuelven principalmente entre la cubierta y la zona preparada para ellos. Es entonces cuando da comienzo el simulacro.

De repente, un helicóptero se posa en nuestro buque para recoger a los infantes de la marina, encargados de realizar la maniobra de abordaje de la embarcación sospechosa. Los infantes se descuelgan desde el helicóptero a varios metros de altura a través de cuerdas. Se trata de una maniobra muy peligrosa porque transportan una mochila pesada. Tras el abordaje, el cuerpo de los GEOs de la policía nacional se acerca en lanchas hasta la embarcación sospechosa para colaborar con la Armada Española.

El helicóptero se mueve como una libélula de la que van cayendo soldados, a dos o tres por minuto. Las lanchas neumáticas se mueven como peces sobre el agua. El operativo funciona. Los posibles terroristas han quedado inmovilizados, y rápidamente son trasladados a tierra. Pero a los pocos minutos salta otra alarma. En tierra se alerta de la presencia de una furgoneta sospechosa en el parking de espera de los viajeros que viajan hasta la ciudad argelina de Mostagánem.

Los jefes de la policía observan el operativo desde la terraza de la Autoridad Portuaria. Sobre el terreno están los TEDAX. Ni pueden ni deben contactar con ellos. Los especialistas saben lo que tienen que hacer. Observan la furgoneta, teledirigen hasta ella un robot repleto de cámaras, garfios, pinzas y sensores. La cosa huele mal. Se acerca un especialista de los TEDAX con un traje/equipo que pesa más de 60 kilos (material que ayudará a soportar una posible explosión).

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El TEDAX entiende porqué el robot no podía abrir la furgoneta. Estaba fuertemente cerrada, así que no hay más remedio que explosionar la cerradura. Coloca una carga explosiva; se retira lentamente hacia atrás, se desaloja la zona, crece la tensión; los observadores saben que la furgoneta puede estallar. No se sabe si oculta una carga de centenares de kilos de Goma 2 o de TNT, o de cualquier otra peligrosa sustancia …

pasan los minutos. Todos en sus puestos,

…. “boooommmm”… la furgoneta se abre.

En su interior había colchones.

Era un simulacro.

Pero todo se hizo pensando en lo peor. Como deben hacerse los simulacros.

Todo salió bien.